"Fue uno de esos días en los que justamente mi alma se negaba a bailar al ritmo del ego, cuando justo encontré el camino y la dirección, pero todavía yo no lo sabía. Hubo grandes aliados, siempre estuvieron, pero yo hice de oídos sordos".
Eso me dijo María Fernanda de 38 años. Una joven ejecutiva de alto nivel, por supuesto exitosa, próspera, enfocada y con un futuro que seguramente se pierde de vista. No tengo la menor duda...
Fue en un enero cuando llegó a mi consulta y luego de escuchar atentamente su historia, llena de muchos éxitos y satisfacciones le pregunté: ¿Entonces, qué pasa? ¿Por qué estás aquí? (Yo ya imaginaba lo que había detrás de su historia, pero era mi deber atender a su deseo).
Hubo un silencio de esos que me obligaron a retomar la conversación y asumiendo el riesgo le pregunté: ¿no es la vida que quieres llevar, verdad?
Instantáneamente brotaron lágrimas de sus ojos. Es un momento que reconozco bien en consulta: ese punto donde la verdad emerge y el dolor se hace visible.
Aunque admito que siempre me conmueve profundamente presenciar este sufrimiento, es precisamente allí donde encuentro mi propósito como guía: acompañar con firmeza y delicadeza, mientras juntos exploramos esos corazones heridos, navegando hacia la verdad del alma que tanto anhelan descubrir. El dolor se convierte en brújula, señalando exactamente dónde necesitamos mirar para encontrar el camino hacia la sanación.
María Fernanda lloraba sin parar porque ni siquiera tener una vida que para cualquier persona podría catalogarse de perfecta le llenaba el corazón, pero es que en su historia siempre hubo un detalle que para ella era irrelevante y para mi fue decisivo. Me dijo: "solo encuentro paz cuando llego a casa y me siento a pintar". Ninguna historia se parece, pero ya he desarrollado una intuición que me habla alto y claro. Dije: "esto es vocacional".
Fue entonces cuando indagué en su carta natal o como le llamo yo: "su mapa cósmico natal". Esa marca que nace con nosotros, que nos da mucha información, pero que no nos define como personas (partiendo del hecho que somos seres humanos en constante evolución).
El análisis de su carta natal reveló algo sorprendente: Entre otras cosas, María Fernanda tenía una conjunción Sol-Venus-Neptuno en su casa 5 (creatividad), que gritaba a viva voz que su vocación era artística. Era algo tan evidente en su mapa, que resultaba paradójico que hubiera terminado en un despacho corporativo (aunque bueno, se dedicaba al marketing).
Hablamos de ello, lo debatimos y sintió que lo que le decía de alguna manera le hacía click y fue allí cuando llegamos a la constelación, el momento en el que de verdad todo cobró sentido. Revisando en su historia familiar, nos dimos cuenta que su abuela materna había sido una pintora muy talentosa que abandonó su carrera cuando se casó. Ana había asumido inconscientemente su "sacrificio" como un acto de lealtad familiar.
En constelaciones familiares le llamamos a esto un "te sigo en tu dolor".
El momento que marcó un antes y un después en nuestra sesión fue definitivamente cuando la representante de su abuela le dijo: "Yo renuncié a mi arte por obligación, pero tú estás a tiempo de hacerlo diferente".
María Fernanda no renunció a su trabajo al día siguiente (eso habría sido poco realista), pero unas semanas después me contó, con una luz distinta en la mirada, que ha comenzado a honrar sus propios tiempos y deja el trabajo cuando la jornada termina (cosa que antes era incapaz de hacer, porque pensaba que su infelicidad venía de no poder cumplir con todas los objetivos que se marcaba en el día).
Se inscribió en clases formales de arte los fines de semana, y hoy está dando forma a un proyecto web que nace de su alma: un espacio donde sus obras puedan respirar y encontrar miradas, será una forma de honrarse a ella y a su abuela que con mucho amor le dejó un don que necesitaba ser visto y reconocido.
Y quizás, entre lienzos y colores, encuentre esas miradas que sin saberlo la estaban esperando… como señales en la noche.
¡Ánimo Mafer! Desde mi ventana te veo con mucho orgullo. Sé que tu abuela también.
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